La coctelera
Temas tabu
DE REBELIONES Y CAÌDAS
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Grabado antiguo representando a
los ángeles caídos uniéndose a las hijas de Adán. La palabra nefilim o nephilim
proviene del hebreo que quiere decir los caídos y estos seres eran para la
tradición judía y cristiana un pueblo de gigantes resultado de la unión entre
los Grigori( los ángeles caídos) y las hijas de Adán (primeros descendientes
después de Adán y Eva).
Breve investigación sobre un
apasionante misterio bíblico e histórico
La figura o
la idea del diablo y el nombre de Lucifer o de Satanás se hallan con frecuencia
inseparablemente unidos. Y asociamos su maldecida esencia a la fracasada
rebelión que protagonizó contra Dios y que le convirtió para siempre en un
ángel caído.
También se nos ha enseñado que fue este
mismo diablo llamado Satanás el que tentó con éxito, bajo la forma de una
serpiente, a nuestra madre Eva en el Edén, precipitando su inmediata expulsión
—y la de su seducido partenaire— del
cuestionable paraíso en el que vivían.
No bien
habitaba ya el diablo en aquel maravilloso jardín, la rebelión angélica de la
que fue protagonista debió de tener lugar en algún momento anterior a la
creación del hombre por Dios al séptimo día de su inspirada semana. ¿Pero en
cuál de esos seis días previos pudo haberse desarrollado tan insólita
contienda? El Génesis guarda silencio al respecto. Ahora bien, este mismo libro
relata en otro pasaje un episodio extraordinario que se desarrolló en los
albores de aquella humanidad aún recién creada —aunque ya hubieran transcurrido
seis generaciones longevas desde el destierro del paraíso—, atañente asimismo a
una rebeldía y posterior caída de los ángeles del cielo.
Génesis, 6, 1-8.- «Cuando
comenzaron a multiplicarse los hombres sobre la tierra y tuvieron hijas, viendo
los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron de entre
ellas por mujeres las que bien quisieron. Y dijo Yahvé: «No permanecerá por
siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Ciento veinte
años serán sus días». Existían entonces los gigantes en la tierra, y también
después, cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y les
engendraron hijos. Estos son los héroes famosos muy de antiguo. Viendo Yahvé
cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y que su corazón no
tramaba sino aviesos designios todo el día, se arrepintió de haber hecho al
hombre en la tierra, doliéndose grandemente en su corazón, y dijo: «Voy a
exterminar al hombre que creé de sobre la faz de la tierra; y con el hombre, a
los ganados, reptiles y hasta las aves del cielo, pues me pesa de haberlos
hecho». Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahvé».
En este
pasaje tan condensado del primer libro de la Biblia se relatan una serie de
hechos que, por sí solos, apenas tienen sentido para el lector piadoso que se
aproxima a ellos con un vano intento de reflexionar sobre la fe en que sustenta
su piedad.
Para
situarnos en el contexto temporal, nos hallamos ante sucesos antediluvianos, en
el sentido más exacto del término, y es precisamente a partir del final de la
cita cuando da comienzo la historia archiconocida de Noé y el relato del
diluvio universal.
Los
acontecimientos narrados como de pasada y brevemente en el pasaje genesíaco —o
genético— evidencian, entre otras cosas, el abismo existente entre la
concepción del hombre predicada en el libro introductorio del Antiguo
Testamento, de corte animalesco y de índole creacionista pero des-afiliada, y
el sentido absolutista y transcendente que Jesús nos ofrece en el Nuevo, donde
al hombre se le atribuye la cualidad espiritual de «hijo de Dios». No así en el
relato que estoy comentando, donde los hijos de Dios no son exclusivamente sino
los seres celestiales, los ángeles —caídos o no—, o los vigilantes que, desde
las alturas, desde las altas bóvedas extraterrenas, tienen la tarea de
custodiar el desarrollo de su creación, de uno más entre el resto de los
animales que pueblan la tierra, de manera no menos prosaica y alejada de lo
espiritual que si estuviéramos hablando de una especie de inmenso zoo
planetario. No es de extrañar, no obstante, si tenemos en cuenta que el
significado que actualmente damos a la palabra «espíritu» (el de Yahvé que permanecía
en el hombre en los días de Edén) se aleja bastante del sentido que podría
tener originariamente en hebreo, donde la palabra «ruakh», o espíritu del que
el hombre estaría investido, se traduciría por «aliento» o por «viento», en
sinonimia con la originaria acepción del pneuma griego.
Y son esos
superiores «hijos de Dios» (tampoco se habla de «hijas de Dios») los que
copulan —con o sin su consentimiento (eso no importa)— con las hijas de los
hombres en una actuación que más parece una violación en masa que una entente
cordiale. Pero no acaba ahí la tropelía. Después de consumada una acción cuya
autoría el Génesis atribuye a la voluntad voluptuosa de los hijos de Dios, a
Yahvé no se le ocurre otra cosa que impartir su justicia condenando al hombre
con una frase lapidaria que limitará los días de su vida a 120 años.
De estas
uniones antinaturales nacerán posteriormente (aunque, enigmáticamente, se
afirma que anteriormente ya «existían entonces los gigantes en la tierra») unos
engendros, los gigantes llamados «nefilim», a quienes el texto bíblico reconoce
como los héroes de la antigüedad, tal vez refiriéndose a los semidioses del
mundo mitológico griego.
Así de
escuetamente termina la única referencia del Génesis a esos extraños seres que
debieron de poblar la tierra en los albores de la humanidad, a tenor del
recuerdo conservado de ellos en tantas dispersas culturas.
Y sin
solución explicativa de continuidad, serán nuevamente los pecados del hombre
los que desencadenen la ira de Dios (de Yahvé) desbordada (al parecer, también
el dios veterotestamentario pecaba siquiera capitalmente), cuyo descontrol
emotivo casi destruye todo rastro de vida sobre la tierra mediante el
«universal» diluvio del que aún hoy, miles de años después, se conserva memoria
atávica en las cuatro partes del globo.
Que de un
relato tan interesante como éste, en el que los mismísimos ángeles guardianes
son representados adoleciendo de veleidades comportamentales propias de los más
bajos instintos carnales que se alejan irremediablemente de cualquier
desapegada espiritualidad, se nos ofrezca noticia tan cicatera, nos hace
sospechar de su carácter más cercano al mito que a una contrastada realidad
pre-histórica. Sin embargo, afortunadamente, el texto presentado se revelará
como una simple anécdota bibliográfica teniendo en cuenta la existencia de
otros auténticos libros donde el argumento marginal se transforma en tema
central.
Pero antes
de adentrarnos a analizar qué dicen al respecto esos otros textos, veamos las
variaciones que nos ofrece el judío Flavio Josefo en su obra «Antigüedades
Judías» (Ediciones Akal, S.A., 1997), Libro I, después de hablar, en un pasaje
no menos interesante sobre la descendencia de Set, de la humanidad posterior a
Adán.
67 Descendientes de Set. [...] «Y,
siendo todos ellos de buena condición, habitaron tranquilos y felices las
mismas tierras, sin que hasta el momento de la muerte les aconteciera nada desagradable,
e inventaron la ciencia relativa a los cuerpos celestes y a su regulación. Y
con el fin de que no escaparan a los hombres estos descubrimientos ni se
perdieran antes de ser conocidos, al advertirles Adán que tendría lugar la
desaparición de todo rastro de vida, en un caso por efecto del fuego y en otro
por la fuerza y la abundancia de agua, levantaron dos columnas, una de adobe y
otra de piedras, y en ambas escribieron los descubrimientos, para que, incluso
desaparecida la de adobe por el diluvio, permaneciera la de piedra y permitiera
a los hombres conocer el texto de la inscripción, además de señalar que habían
erigido también otra columna de adobe. Y permanece hasta el día de hoy en la
región de Siris». [¿Puede estar refiriéndose Flavio
Josefo al mencionar esa columna de piedras a la Gran Pirámide y a la tradición
que habla de antiguos conocimientos celosamente escondidos detrás de sus muros?
Lamentablemente, nada sabemos sobre esa región de Siris donde se hallaría
ubicada y donde aún se mantendría erguida en tiempos del historiador judío].
72
Degeneración posterior. [...] «Y estos durante siete generaciones permanecieron
fieles a la idea de que Dios es el señor del Universo y haciendo todo con miras
a la virtud, pero luego, con el paso del tiempo, abandonando los
comportamientos patrios cambiaron a peor, no ofreciendo ya a Dios los honores
debidos ni manteniendo una relación justa con los hombres [no
se sabe si Flavio Josefo está hablando de los primeros hombres o de los
ángeles], sino que el celo que antes sentían por la virtud lo
duplicaron entonces por el vicio, según mostraban en todo lo que hacían. De ahí
vino que obligaran a Dios a enfrentarse con ellos. En efecto [aquí
se halla la relación causal a que me refiero], muchos ángeles de Dios
copularon con sus mujeres y engendraron hijos soberbios y desdeñosos de todo lo
bello, por confiar en su capacidad. Y es que estos, según la tradición cuenta,
cometieron iguales desmanes que los atribuidos a los gigantes por los griegos.
Noé, en cambio, molesto con sus fechorías y disgustado con sus decisiones,
trataba de persuadirlos a que cambiaran a mejor sus determinaciones y acciones,
pero al ver que no le hacían caso y que, por el contrario, estaban
poderosamente dominados por el placer de los vicios, abandonó el país con sus
mujeres, sus hijos y las esposas de estos, por temor a que lo mataran».
Nuevamente nos encontramos con breves
alusiones a unos hechos que, seguramente distorsionados por el paso de los
milenios transcurridos, o prácticamente casi olvidados, resultaron tan
trascendentales para la historia de la humanidad que, precisamente a pesar de
la lejanía del tiempo en que sucedieron, aún conservaban suficiente relevancia
en el consciente colectivo de los pueblos de la antigüedad para pervivir entre
sus tradiciones religiosas con una significancia de verdad que nuestros
modernos hagiógrafos han categorizado como mito. Pero el mito y los mitologemas
no son sino eufemismos lingüísticos inventados por los racionalismos para
desvirtualizar de contenido material los hechos reales, que adornados con la
forma poética de lenguajes extinguidos, cuya semántica completa no alcanza
nuestra comprensión, recogieron los antiguos para que fueran conservados y
transmitidos a las generaciones venideras.
http eltemplodelaluzinterior.fileswordpress.com
ESPEREN MÀS DEL TEMA EN CLEPXYDRA REVISTA VIRTUAL
ESTE TEMA UN TANTO SECRETO" FIGURA EN LA SAGRADA BIBLIA, Y HOY NUESTRO DEPARTAMENTO DE INVESTIGACIONES ESPECIALES LO TRAE PARA UDS, GRACIAS POR LEERNOS
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